La oración ignaciana, una joya de la espiritualidad desarrollada por San Ignacio de Loyola, ha sido una fuente inagotable de renovación espiritual para muchos. En nuestra comunidad de Jómaco, esta práctica nos acerca más a Cristo, nuestro amigo.
¿Qué es la Oración Ignaciana?
La oración ignaciana se basa en una serie de métodos y ejercicios espirituales que ayudan a los creyentes a profundizar su relación con Dios y discernir su voluntad. A través de estos ejercicios, se nos invita a experimentar una conexión más íntima con Cristo, no solo como nuestro Salvador, sino también como nuestro amigo y compañero en el camino de la vida.
Los Seis Pasos de la Oración Ignaciana
La estructura de la oración ignaciana puede ser dividida en seis pasos, cada uno diseñado para profundizar nuestra reflexión y conexión con Dios. Estos pasos son:
1. Preparación:
Este primer paso es crucial para sacar el mayor provecho de este tiempo sagrado. Se comienza buscando un lugar tranquilo y eligiendo un momento adecuado donde no haya distracciones. Preparar las lecturas bíblicas que se van a meditar es fundamental, y utilizar elementos como una imagen religiosa o una vela puede ayudar a crear un ambiente propicio para la oración. Este espacio y tiempo deben estar cuidadosamente elegidos para favorecer la concentración y el recogimiento.
Antes de llegar al lugar de oración, se realiza un momento de contemplación previa. Un paso o dos antes de llegar, se recomienda detenerse de pie por el espacio de un Padrenuestro, considerando cómo Dios me contempla, me abraza y me espera, saludándolo con una inclinación respetuosa [EE 75]. Al ubicarme en el lugar preparado, me posiciono de la manera más cómoda y adecuada para mantener la concentración. Este pequeño ritual ayuda a centrar el espíritu y a preparar el corazón para el encuentro con Dios.
2. Disposición
En el segundo paso uno se dispone a conectarse con Dios de una manera tranquila y reverente. En el lugar elegido, se adopta una postura cómoda y se hace silencio, permitiendo que el cuerpo se relaje y la mente se concentre. El corazón se abre a la presencia divina que mora en su interior.
Durante este proceso de disposición, se busca calmar la mente y el cuerpo, liberando tensiones y preocupaciones. Se respira profundamente y se hace consciente la señal de la cruz, entregando todas las preocupaciones en las manos de Dios. Cuando el corazón ha sido dispuesto, recitamos la oración “sólita” o la de siempre, como la llama san Ignacio.
Es decir, a cada hora de oración siempre debes iniciarla con esta oración, pues enmarcará este momento en la disposición necesaria: “Oración: La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y
operaciones se ordenen puramente al servicio y alabanza de su divina majestad” [EE 46].
Por ejemplo: «Señor, que yo viva para ti y no para mí. Que todo lo que pida y haga sea sólo para buscar tu servicio y alabanza. Amén.»
3. Petición de gracia:
En el tercer paso se realiza la petición de la gracia deseada. Aquí, se expresa al Señor lo que se desea, lo que se busca en ese momento específico de oración. Esta petición varía en cada ocasión, dependiendo del tema tratado en el bloque de oración correspondiente o de lo que se esté necesitando en ese momento al acercarse a orar. Es un momento íntimo de comunicación con Dios, donde se expresan los anhelos del corazón y se busca la ayuda divina para enfrentar los desafíos o recibir la orientación necesaria en la vida diaria. Es un momento de apertura y confianza, donde se deposita en Dios las aspiraciones y necesidades más profundas del alma.
4. Lectura de las Escrituras:
En el cuarto paso se procede a la meditación. Se inicia leyendo el texto lentamente, repitiéndolo varias veces para permitir que sus palabras penetren en lo más profundo del ser. Durante este proceso, se presta atención a las palabras o frases que resuenan particularmente, repitiéndolas y reflexionando sobre su significado.
Se hace espacio para los sentimientos, imágenes, ideas, recuerdos o deseos que surgen en el interior durante la lectura. Se permite que la palabra de Dios toque el corazón, deteniéndose donde se encuentre mayor gusto espiritual. Además, se aplica el texto a la propia vida, buscando entender cómo se relaciona con las experiencias personales y los desafíos cotidianos. Se pueden utilizar preguntas o sugerencias presentes en los preámbulos y puntos para profundizar en la comprensión y la aplicación del texto a la vida diaria. Es un momento de encuentro íntimo con la Palabra de Dios y de reflexión profunda sobre su significado y relevancia personal.
5. Coloquio:
En el quinto paso, se realiza el Coloquio. Este es un momento de conversación íntima con Jesús, el Padre o la Virgen María, en el que se habla con sinceridad y confianza, como lo haría un amigo con otro amigo. Se comparte lo que se ha experimentado durante la oración, expresando gratitud si se ha recibido la gracia pedida y pidiéndola nuevamente si no se ha recibido. También se agradece por todos los deseos, sentimientos y pensamientos que han surgido durante el encuentro con Dios.
Es un momento de conexión profunda con lo divino, donde se comparten las alegrías, las preocupaciones y las necesidades del corazón. Para cerrar la oración, se puede recitar una oración tradicional como el Padrenuestro o alguna otra que resuene con la experiencia espiritual vivida. Es un cierre amoroso y reconfortante para este encuentro sagrado con lo trascendente.
6. Examen:
En el sexto y último paso, se lleva a cabo el Examen de la Oración. Después de terminar la oración, idealmente cambiando de lugar para enfocar la mente, se registran por escrito los frutos obtenidos durante el tiempo de oración.
Se puede utilizar esta tabla como ayuda para la evaluación:
Aspecto | Preguntas |
---|---|
Lugar, día y hora | ¿Dónde y cuándo ocurrió la oración? |
Petición | ¿Sentí que el Señor me concedió lo que pedí al inicio? ¿Por qué sí o por qué no? |
Mociones espirituales | ¿Experimenté consolación o desolación durante la oración? |
Acción del Buen Espíritu | ¿Cómo sentí que actuó en mi oración el buen espíritu? ¿A dónde me lleva e invita? |
Acción del Mal Espíritu | ¿Cómo sentí que actuó en mi oración el mal espíritu? ¿Qué trampas trató de tenderme? |
Distracciones | ¿Qué me sacó de la oración? ¿Se repitió mucho? ¿Por qué? |
Fruto de la oración | ¿Cuál o cuáles frutos estoy sintiendo alcanzar de esta hora de oración? |
Este es un momento de autoevaluación espiritual que ayuda a profundizar en la relación con lo divino y a cultivar una vida de oración más significativa y consciente.
El Coloquio en la Oración Ignaciana
Uno de los aspectos más destacados de la oración ignaciana es el coloquio, una conversación íntima y personal con Dios, Jesús o la Virgen María. Durante el coloquio, se nos anima a hablar con sinceridad, expresar nuestras alegrías, preocupaciones, miedos y deseos. Esta práctica nos permite experimentar una relación más cercana y humana con lo divino, similar a una charla con un amigo de confianza.
Para nuestro grupo, el coloquio es un momento crucial donde cada miembro puede abrir su corazón y encontrar consuelo, guía y ánimo. Este ejercicio fortalece nuestra relación individual con Cristo, a quien hablamos como un amigo habla otro amigo.
Unidos en Cristo como Amigos
En Jómaco, la oración ignaciana no solo nos acerca a Dios, sino que también fortalece nuestra amistad con Dios. A través del coloquio y la reflexión de las Escrituras, encontramos apoyo en nuestras luchas y celebramos nuestras bendiciones. Como grupo, nos vemos no solo como compañeros de misión, sino como amigos unidos por el amor y la amistad de Cristo Obrero.
La oración ignaciana, con su estructura y profundidad, nos guía para vivir de manera más consciente y comprometida con nuestra fe.
Conclusión
La riqueza de la oración ignaciana es un regalo que hemos recibido con entusiasmo en nuestro grupo. Nos invita a una relación más profunda con Cristo, no solo como nuestro Redentor, sino también como nuestro amigo cercano. Al seguir los pasos de esta oración y al valorar el coloquio, encontramos en nuestra comunidad un espacio de crecimiento espiritual y apoyo mutuo. Que continuemos unidos en esta hermosa práctica, fortaleciendo nuestra fe y amistad en Cristo Obrero.
Todo para mayor gloria de Dios.